jueves, 11 de noviembre de 2010


Nacionalismo revolucionario
"Lituania! Mi país, como sois vos para mi salud, valoraros solo puede quién os haya perdido. Admiro vuestra belleza con total adoración, y canto sobre ella porque os anhelo”.
Adam Mickiewicz
Por estos días volví a ver fragmentos, imágenes, de esa maravillosa película de Wajda, Pan Tadeuz.  Maravillosa por su relato poético del nacionalismo revolucionario polaco del siglo XVIII y XIX, a pesar de que Wajda quiera recrearlo míticamente para congraciarse con el actual nacionalismo conservador del siglo XXI. Para recrear el nacionalismo revolucionario sería necesario que la clase burguesa actual realizara sacrificios tales como aquellos que estaban dispuestos a realizar la nobleza polaca para conquistar su independencia nacional, pero eso es canto de una época pasada, imposible de restaurar. La causa polaca para Europa es como la causa paraguaya en nuestro continente, su redención está en manos de las clases explotadas y oprimidas.    
Volver sobre esas imágenes me hizo recordar ciertas palabras que Marx escribiera sobre Polonia en 1948:
“El reparto de Polonia se llevó a cabo mediante la alianza de la gran aristocracia feudal polaca con las tres potencias que se reparten el país. Lejos de representar un progreso, como afirma el expoeta señor Jordan, este era el único medo que se le ofrecía a la gran aristocracia para salvarse de una revolución y era, por tanto, un camino totalmente reaccionario.
Como es natural, ello trajo como consecuencia que se sellara una alianza de las demás clases, es decir de la nobleza, de la burguesía de las ciudades y de una parte de los campesinos, tanto contra los opresores de Polonia como contra la aristocracia del propio país. La constitución de 1791 demuestra hasta qué punto los polacos comprendían ya entonces que su independencia era inseparable, en el exterior, del derrocamiento de la aristocracia, y dependía, en el interior, de la reforma agraria.
Los polacos actuaron revolucionariamente desde el primer día de su opresión, con lo cual hicieron que sus opresores se entregaran con redoblada fuerza a la contrarrevolución”. Karl Marx, Debates sobre Polonia en la asamblea de Francfort, agosto de 1848.
Un hecho revolucionario transforma a la nobleza en aliada de la burguesía y los campesinos, una fracción de ésta está inclusive dispuesta a entregar las tierras y dar igualdad jurídica a los siervos para conquistar su independencia nacional. Es este hecho excepcional el que relata la película de Wajda en la cual la nobleza desencadena y participa de la insurrección nacionalista en apoyo de los ejércitos napoleónicos en su marcha contra Rusia. Apoyar a Napoleón era como decía Hegel “bailar alrededor del árbol de la libertad” –a pesar de las contradicciones que esa libertad verdaderamente representaba para las clases explotadas-.
A la causa nacional polaca, así como a nuestra propia Polonia, Paraguay, a los miles de muertos y exiliados que dejó su derrota a manos de la contrarrevolución, su ejemplo se levanta contra aquellos que confunden las causas nacionales con la aceptación y la tolerancia frente a los privilegios y la continuidad de la dominación de la aristocracia del dinero y de la tierra. Baste recordar el triste papel del gobierno K frente a nuestra autóctona “aristocracia de la tierra”.

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