viernes, 5 de noviembre de 2010

Francia: “Este pueblo, aparentemente tranquilo, es aún peligroso”

“Ce peuple, apparemment tranquille, est encore dangereux”. Raymon Aron

Con esta cita concluía Perry Anderson hace algunos años un artículo que ponía en evidencia la aparente contradicción que se entretejía en Francia, país del reinado del pensamiento de izquierda conservador, de los postestructuralistas, postmarxistas, postmodernos, postcoloniales, etc., y país del reinado de aquello que él denominaba la “corriente subyacente” de la protesta social. Francia sigue demostrando ser a la vez centro de la producción académica escéptica de las posibilidades del cambio social, así como de los sujetos portadores del mismo, y centro de esta “corriente subyacente” que ha protagonizado un nuevo y grandioso capítulo en el último mes y medio.

Un “conflicto clásico” entre obreros y burgueses

El aterrizaje de la crisis económica en Europa volvió a reabrir la protesta y lucha callejera contra los planes de ajuste impulsados por el gobierno de Sarkozy. Durante más de un mes y medio, trabajadores, empleados, desocupados y estudiantes secundarios bajaron a las calles y aparecieron en la escena política utilizando los métodos de la lucha de clases: movilización, huelgas parciales y tomas de liceos.

La Intersindical trazó un plan de lucha contra el gobierno, apelando a las huelgas parciales, como las de los funcionarios públicos o la de los trabajadores del transporte, sectores claves que balancearon las movilizaciones más contundentes del 12 y 19 de octubre. Cada manifestación dejó en evidencia las tensiones entre el objetivo limitado que pretendía imponer la Intersindical y la necesidad que se transparentaba desde la base de los trabajadores y empleados de “repetir mayo del 68” o “repetir el invierno de1995”. Esto es, de apelar a la huelga general indefinida para quebrar la voluntad de la UMP de imponer la ley “sea como sea”. Pero la Intersindical, especialmente la CGT que aportó las delegaciones más numerosas, toleró las huelgas indefinidas protagonizadas por sus federaciones locales, como la de los portuarios de Marsella o los petroquímicos de Total en Lille, como acciones necesarias para no transformar la confrontación con Sarkozy en una acción contundente que hubiera puesto a los trabajadores cara a cara con la burguesía francesa y su estado: la Huelga General.

1995-2010

A diferencia de 1995 la huelga de 2010 no fue una “huelga metropolitana”. En 1995 un tipo de huelga general se impuso de hecho con centro en Paris al paralizar los trabajadores durante más de un mes el transporte público (la SNCF y la RATP). En estas jornadas de huelgas no fueron los trabajadores del transporte el ala radical de la protesta francesa, tampoco tuvo un marcado epicentro en París, sino que fue más extendida territorialmente. Los trabajadores del transporte, aunque participaron de las huelgas parciales y de las movilizaciones, no fueron la vanguardia del movimiento. La vanguardia de las tendencias a la huelga general fueron los trabajadores de las refinerías del norte y los portuarios del sureste, junto a miles de trabajadores de las empresas privadas.

Página/12, a través de Eduardo Febbro se hace eco de los análisis de Le Monde, diario de la esfera socialdemócrata francesa. Para estos la clave de las jornadas de lucha contra la ley de jubilación no fue la huelga sino la movilización. Philippe Corcuf, sociólogo bourdiano, pero ante todo prudhoniano – sabemos la opinión que Marx tenía de Proudhon-, dejó claro que la “tasa de huelga” fue inferior a las jornadas de 1995: “Un sector minoritario de la población está en huelga, hay una movilización masiva en las manifestaciones y un apoyo profundo en la población”. Esto lo lleva a afirmar que: “Estamos en un movimiento polifónico y compuesto, la gente va a veces a las manifestaciones, a veces no, pueden participar una vez en una acción, la otra vez no. Podemos entrar y salir del movimiento según nuestro deseo. Es un tipo de guerrilla social, sostenible y pacífico, en la mayor parte de los casos” (LeMonde).

Pero este análisis edulcorado deja afuera al corazón de la protesta francesa. Cantidad no es sinónimo de calidad. Los trabajadores petroquímicos y portuarios si bien minoritarios se valieron de su “posición estratégica” para afectar, paralizar y causar un verdadero temor a la patronal francesa y europea. Como bien indica esta nota de Juan Chingo: “Esto no significa negar que hay una gran desigualdad entre los trabajadores de las refinerías o los portuarios como los de Marsella, cuya ubicación en sectores estratégicos de la producción nacional les otorga una mayor fortaleza y conciencia de su poder, y otros sectores del proletariado industrial, en especial el metalúrgico, automotriz y de otras ramas, en el cual todavía pesan más los efectos de las derrotas acumuladas por la clase obrera en estas últimas décadas y donde el control patronal es más firme”.

Por qué ellos y no otros. Simplemente porque para ellos la extensión de los años de retiro representa la permanencia en un trabajo de alto contenido insalubre como bien denunciaron los trabajadores que mantuvieron las huelgas de las refinerías: “La jubilación, es una liberación para nosotros. Desde que tengo 18 años yo respiro productos químicos peligrosos. Sin contar que a mi edad, subir a columnas de 60 metros de altura, es demasiado agotador. Somos gobernados por gente que jamás empujó nuestras carretillas”.

Sujetos peligrosos

La entrada de la juventud de los liceos en la movilización del 12 de octubre marcó un nuevo salto en las manifestaciones antigubernamentales. La juventud trazó su propio itinerario: la toma de los colegios y la protesta callejera. Algunos sectores de jóvenes, allí donde se entrelazaban grupos de activistas radicales y jóvenes de las banlieues, protagonizaron violentos enfrentamientos con la policía francesa.

En el aristocrático centro de la ciudad de Lyon no eran los tejedores de 1831 con su grito “morir trabajando o vivir combatiendo” los que se levantaban, pero el eco de lejanos clamores de los vencidos no pasó desapercibido. Durante tres días una multitud de jóvenes combatieron y disputaron el control del centro de la ciudad. La prensa burguesa los bautizó, eran los “casseurs”, algo así como los “vándalos”. Como todos los oprimidos tomaron el nombre despectivo y discriminatorio de la prensa para autodefinirse a sí mismos. Dijo un joven de 15 años:

Formamos parte de los ‘vándalos’. Volcamos algunos camiones pero seguimos sobre todo a la muchedumbre. No nos escuchan cuando actuamos normalmente, hay que pasar a un nivel más alto. Tenemos que hacer esto para ser escuchados. Aparentemente, con todas las manifestaciones que se han hecho, no dieron nada y la reforma no fue retirada. Estamos aquí para protestar contra la reforma de las jubilaciones y más generalmente contra el poder representado por Sarkozy” (Escenas de guerrilla urbana en el centro de Lyon).

La representante del PS exigió medidas “firmes”, Thibault de la CGT condenó los “destrozos” y apoyados en el temor a la generalización de este “tipo” de protestas Sarkozy aprovechó y metió a 138 adolescentes a la cárcel. Dos tercios de estos jóvenes eran menores de 16 años. Claro, los que fueron rápidamente condenados de 3 a 6 meses de cárcel eran todos descendientes de “magrebíes” (Yo jamás llame a los jóvenes a ir a las calles a romper todo).

Balance preliminar

Las acciones violentas de los jóvenes se sumaron a los bloqueos y las huelgas activas, o huelgas reconductibles como la llaman los franceses, en las cuales cada nuevo día las asambleas de trabajadores decidían la continuidad de la huelga. Una asustaba a “toda” Francia al “destrozar” y “saquear” la “propiedad”, la otra ocasionaba grandes pérdidas a la patronal (calculadas en 200 millones de euros) y el desabastecimiento de combustibles que afectaba a la burguesía y a los sectores medios. Estos bloqueos-huelgas fueron el corazón de las enormes manifestaciones antigubernamentales. La burguesía francesa a su vez no dejó de preguntarse por el daño subjetivo que producía esta oleada de huelgas en la industria privada, Le Figaró expresó cotidianamente este fantasma que tenía una corporeidad bien real.

Resta una nueva jornada de protesta el 6 de noviembre, pero el balance sobre la contienda ya está en curso. La burguesía ha salido del trance, Sarkozy ha votado la ley, pero la crisis del gobierno y su impopularidad se hace evidente. Por otro lado las direcciones sindicales se encuentran en aprietos. Un sector de base de los trabajadores, los que se vieron obligados a levantar las huelgas indefinidas luego de la movilización del 28 de octubre, creen que hubiera sido necesario la huelga general para triunfar.

Esta perspectiva fue la que impidió la Intersindical. La derrota del movimiento desde el punto de vista reivindicativo plantea esta cuestión. La CFDT, central socialista, planteó la necesidad de esperar y esperar a las elecciones de 2012, la CGT se unió “mano a mano” con la CFDT. Sin embargo será la GCT la más afectada por la crítica de esta corriente subterránea que se ha fortalecido en Francia y que ha puesto en movimiento a sectores estratégicos de los trabajadores y a toda una nueva generación de jóvenes en las calles. Alejados aun de este escenario catastrófico, desde la periférica Sudamérica, estamos asistiendo a las primeras batallas de la guerra de clase que abre la crisis económica mundial.

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